Los grupos ultras bolivianos se preparan para lo que creen será "un baño de sangre". Y hablan abiertamente de guerra civil. Un retrato del enfrentamiento entre el Occidente empobrecido, pero con el poder político, y el Oriente rico que exige la autonomía económica.
Por: Gustavo Sierra. Santa Cruz, Bolivia.
Los comerciantes de la avenida Pairita dicen estar todos listos para la guerra. Tienen sus negocios a pocos metros de la entrada del barrio Plan 3000, donde sobreviven en pésimas condiciones unos 150.000 aymaras del altiplano que emigraron a la próspera Santa Cruz en busca de trabajo. Ese es el único barrio de esta ciudad con mayoría de adictos al gobierno de Evo Morales. Y viven rodeados de comerciantes blancos o guaraníes que se benefician de ellos por las mercancías que les venden, pero que también los odian porque representan el modelo indo-socialista que el primer presidente indígena de Sudamérica quiere imponer desde La Paz. "¡Que se vengan que los estamos esperando!", dice Marcelo Domínguez, un rubio alto, dueño de una rotisería. "La noche antes del paro acá anduvimos repartiendo armas, esta vez no iban a pasar", sigue Domínguez que el miércoles 28 en que Santa Cruz acató masivamente una huelga junto a otras cinco de las nueve provincias bolivianas contra la nueva Constitución auspiciada por Morales, estuvo todo el día al final de la avenida Pairita, en la entrada del Plan 3000, "para evitar contramanifestaciones". Del otro lado de la avenida, los habitantes del barrio no se quedan atrás. "¡A ver si se atreven a entrar! No pasan porque saben que les vamos a dar palo", asegura Waldo Mamani que dice no importarle tanto defender a Evo como al barrio y a su gente "de la prepotencia de estos blanquitos". El enfrentamiento es entre el Oriente próspero que controla económicamente al país contra el Occidente pobre que ahora tiene el poder político. Un poder centralizado contra la autonomía económica regional. Los aymaras del altiplano contra los blancos y guaraníes de la planicie y la selva. Un modelo populista y socialista contra otro capitalista y librecambista. La Paz, seca y andina, contra Santa Cruz, húmeda y selvática. De este clima se aprovechan los ultras de un lado y del otro. La ciudad de Santa Cruz está llena de pintadas llamando a la lucha armada. "A las armas cruceños. Ahora", se puede leer en una pared de la avenida San Martín. "Evo vas a morir con tus indios", dice otra por el Tercer Anillo. En el barrio de El Alto de La Paz, donde está el núcleo duro evotista, hay consignas que llaman a "defender la revolución con nuestra sangre". "Todo apunta a una confrontación bélica, desgraciadamente", lanza David Sejas López, el presidente de la Unión Juvenil Cruceña (UJC) en su despacho de la calle Strongest, repleto de fotos de los falangistas que pelearon por la autonomía cruceña en los años cincuenta. "Esta lucha la venimos peleando desde 1909. En 1959, ya hubo un baño de sangre cuando nos enviaron a las hordas asesinas que violaron y mataron a nuestras mujeres. Este gobierno, amparado en el gobierno comunista de Chávez y con asesores comunistas cubanos, reabrió esas heridas. Y nosotros nos vamos a defender. Vamos a defender nuestra tierra y va a haber derramamiento de sangre", asegura Sejas. Del otro lado, en Achacachi, a unos 50 kilómetros de La Paz y cerca del lago Titikaka, está el núcleo duro de los Ponchos Rojos, una organización de choque indígena de larga tradición entre los aymaras y que se reavivó ahora para apoyar la gestión de Morales. "Este es el momento de luchar como lo hicieron tan bravamente nuestros antepasados. Estamos ante la lucha de clases de Carlos Marx y la lucha de razas de Fausto Reinaga (un teórico indigenista de los años 70)", dice Juan Carlos Condori, uno de los líderes del grupo y jefe comunitario de este típico asentamiento campesino del altiplano. Los Ponchos Rojos se hicieron famosos cuando formaron parte de la seguridad de Evo Morales durante la ceremonia de investidura indígena en el templo de Tiwanaku en enero del 2006. Y trascendieron al mundo cuando lanzaron un video la semana pasada en la que se veía a unos campesinos de poncho rojo y chambergo negro degollando dos perros mientras gritaban los nombres de los dirigentes del Comité Cívico cruceño Branco Marinkovic y el gobernador Rubén Costas. El video fue subido al sitio de Internet You Tube y provocó manifiestos y marchas en contra de los defensores de los animales en varias partes del mundo. "Si se quieren llevar una parte de la Patria, los vamos a perseguir donde estén. Van a morir si se atreven a tocar la tierra de todos los bolivianos o al compañero Evo", asegura Condori. Y muchos aseguran que estos grupos se están armando y entrenando. Los rumores que corren por toda Bolivia dicen que llegaron supuestos cargamentos de armas provenientes de Venezuela. Hubo varias denuncias de la oposición acerca de vuelos que aterrizaban subrepticiamente por la noche trayendo armamento y asesores. Los falangistas de la UJC aseguran que algunas de esas armas fueron a parar a manos de los Ponchos Rojos, aunque cuando éstos desfilaron lo hicieron con antiguos fusiles Mauser de los que se distribuyeron entre los mineros durante la revolución de 1952 de Paz Estensoro. Otro versión indica que esos supuestos asesores venezolanos junto a otros cubanos estarían entrenando a las milicias en algún lugar de la selva del Chapare. "Me parece que todos estos son fantasiosos muchachos que no tienen ninguna capacidad militar", asegura el ex general Gary Prado, famoso por haber sido el comandante de las fuerzas que atraparon al Che Guevara en 1967 en la Quebrada del Churo. Ahora, en silla de ruedas por un accidente y desilusionado de sus incursiones políticas en un partido socialdemócrata, está reconvertido en un reputado profesor y analista político. Nos recibe en un magnífico estudio de su casa del barrio de Urbarí, en el Segundo Anillo de Santa Cruz. "Por ahora, estos grupos están utilizando la retórica, pero eso es peligroso porque cualquier cosa podría prender la mecha y sería aprovechado por ellos para forzar un enfrentamiento", explica Prado. "Aquí el verdadero peligro es la intervención venezolana y cubana. Ellos sí tienen capacidad militar y podrían entrenar a estos muchachos", continúa. Aunque Prado confía en que las Fuerzas Armadas seguirán siendo la garantía de la continuidad institucional ante cualquier peligro de desestabilización. "Los militares bolivianos apoyan incondicionalmente la democracia desde hace 25 años. Son garantes de la democracia y el Estado Mayor hoy responde totalmente al presidente Morales", comenta el general retirado. Desde Sucre, habla Horacio Poppe-Inch, el líder nacional de la Falange Socialista Boliviana (FSB), el partido que creo la UJC y que aseguran que está detrás de las pintadas llamando a los cruceños a tomar las armas. "La guerra civil no es una posibilidad, es una decisión que ya ha sido tomada desde el gobierno, ante la cual, sólo nos queda defendernos", asegura Poppe. Aunque admite que las fuerzas serían desiguales: "El gobierno cuenta no sólo con el apoyo incondicional de un gran sector de las Fuerzas Armadas, compradas con el 'bono de lealtad', sino también con el respaldo económico y militar del gobierno de Venezuela, el que estratégicamente ha dirigido y financiado el trasladado de más de 12.000 mercenarios cubanos y venezolanos, formando verdaderas fuerzas de ocupación que vulneran nuestra soberanía, seguridad e independencia nacional". La Falange es un partido neonazi fundado en 1937 por Oscar Unzaga de la Vega que trajo las ideas desde Chile. Desde entonces tuvo varias idas y vueltas y su mayor fuerza fue exhibida en los años cincuenta cuando organizaron milicias entrenadas por nazis alemanes escapados. Se autodenomina Nacionalista y no tiene conexiones con otros grupos nazis europeos, salvo la Falange española. Los Ponchos Rojos son mucho más antiguos. Achacachi, la localidad donde viven sus dirigentes, tienen una larga tradición de combatividad. Allí es muy recordado el levantamiento de 1782 contra los conquistadores españoles. La rebelión fue sofocada y como escarmiento les enviaron el brazo izquierdo del caudillo aymara Tupac Katari que había sido descuartizado. En cada lucha campesina desde entonces, los dirigentes se presentan con sus tradicionales ponchos rojos que tiñen con la sangre de cabras y otros animales. En junio pasado, Evo Morales los trajo para participar en un desfile en pleno centro de Santa Cruz. Y hace dos semanas encabezaron la marcha de unos 2.000 indígenas que avanzó sobre Sucre para defender a la Asamblea Constituyente. Lo que queda en la memoria de uno y otro lado es la conocida como Masacre de Terebinto que se produjo cuando el gobierno nacionalista envió en 1958 a comandos indígenas para sofocar un conato de golpe de Estado protagonizado por la Falange. Desde entonces, ambos grupos esperan la revancha.